Hablar del cronista deportivo Héctor Islas López es hablar del esfuerzo y la tenacidad. Aunque su infancia estuvo marcada por la pobreza extrema y las continuas mudanzas de sus padres, Héctor supo labrarse un camino donde imperaron dos metas; estudiar la carrera de Contador Privado y llegar a ser locutor.
‘En el trascurso de la vida hay bullicios y silencios. Hay amaneceres y anocheceres. Hay risas y lágrimas’, como el mismo lo consignó en su libro, ‘Desde aquí hasta allá’.
Aquel pequeño hijo de humildes jornaleros agrícolas logró publicar cinco libros. Logró titularse como Contador Privado. Logró ser locutor. Logró plantar varios árboles y tener cuatro hijos. Logró pasar a la inmortalidad como Cronista Deportivo junto a Octavio Ibarra Cota.
Esta Crónica es un homenaje a mi compañero locutor Héctor Islas López.
El niño Héctor Islas López nació en Los Mochis, Sinaloa, un sábado 17 de diciembre de 1938 a las nueve de la noche, en un cuarto cuyas paredes eran de maderos secos de pitahaya y techo de tierra donde crecían los bledos.
Aquella vivienda estaba en medio de la nada. En medio del monte, entre bledales, pitahayas cardonas, árboles de guamúchiles, mezquites y una que otra amapa.
El llanto de aquel niño fue tan fuerte que irrumpió el silencio de la fría noche, el rustico cuarto estaba afuera de la ciudad fundada por don Benjamín Francis Johnston.
Aquella casa estaba ubicada por lo que hoy es la avenida Álvaro Obregón justo donde actualmente se encuentra el edificio del periódico ‘El Debate’ de Los Mochis.
En esos días del año de 1938 cuando nació el célebre cronista deportivo, dos acontecimientos acapararon los comentarios de los mochitenses de aquella época. El incendio del ‘Hotel Bierly’, propiedad de la familia Bierly que tenían también una ferretería y una bomba de gasolina donde vendían ese combustible.
El ‘Hotel Bierly’ estaba ubicado por la calle Álvaro Obregón, que ese año era conocida como la calle Sonora, casi esquina con la Guillermo Prieto, a la que se le denominaba la calle cuarta, cerca estaban una mueblería y el negocio de don Pedro Peñuelas que vendía petates.
Cuando inicio el fuego, las llamas y la columna de humo alcanzaron a verse en todo el pueblo. El Presidente Municipal don Natalio Flores Portillo participó en las brigadas voluntarias para apagar el fuego a ‘cubetazos’.
La gente tenía pánico porque si las llamas del hotel hubieran alcanzado la gasolinera, aquello se hubiera convertido en una tragedia humana. El único que perdió todo fue don Pedro Peñuelas pues la construcción de su negocio de madera se consumió con los petates.
Ese mismo año de 1938 por resolución presidencial, fue fundado el ejido ‘Las Vacas’ reconocido después como ‘Gral. Juan José Ríos’.
Los padres de Héctor Islas López fueron; don Julio Islas Heredia y doña Rosario Clementina López, que trabajaban como jornaleros del campo, tuvieron tres hijos más; Guadalupe, Blanca Julia y José Antonio Islas López, que nacería años después.
Fue el humilde trabajo de sus padres el causante de que la infancia de aquel niño se desarrollara entre mudanzas, pues había que seguir el trabajo donde estuviera, así fue como empezó la migración.
De la vivienda en las afueras de la ciudad de Los Mochis se fueron a vivir al campo, cerca de las tierras de cultivo.
MUDANZA EDUCATIVA
La primera escuela de Héctor, Guadalupe y Blanca Julia Islas estaba casi a cinco kilómetros de su casa, motivo por el cual tuvieron que salir de esa escuela.
El salario de jornaleros agrícolas de sus padres solo alcanzaba para comer frijoles, tortillas con sal, a veces alcanzaba para un pedazo de queso y cuando no había nada que comer aquellos tres niños comían guamúchiles y piqueyes.
Cuando Héctor Islas cumplió los siete años, ingresó a la escuela primaria ‘General’ del ejido México a la que acudieron solo una semana. De nuevo los Islas López tuvieron que mudarse cerca del ejido ‘Francisco Villa’, Ahome, fue en esa escuela primaria donde Héctor terminó el segundo año.
De esa época, Héctor siempre recordaba al profesor Juan Lares, quien fue el que le enseñó a leer y a escribir.
El tercer año de primaria lo cursó en la escuela número Tres de Los Mochis, que estaba ubicada a un costado del estadio de beisbol ‘Iturbide’ y funcionaba en un viejo galerón, pero el entonces Presidente Municipal don José A. Burgueño, la mando clausurar porque representaba un peligro para las niñas y los niños. El alumnado continuó sus estudios en la escuela ‘Ocho’ que está ubicada por la calle Álvaro Obregón.
La familia Islas López vivían en el ejido ‘Francisco Villa’, la escuela les quedaba muy lejos y se vino de nuevo otro cambio de institución educativa, esta vez Héctor Islas y sus hermanas Guadalupe y Blanca Julia fueron inscritos en la escuela ‘Seis’ que estaba ubicada por la calle Javier Mina.
Tantos cambios en solo un año provocaron como consecuencia que el niño Héctor Islas reprobara el cuarto año de primaria. Don Julio y doña Rosario decidieron sacarlo de la escuela y llevárselo a trabajar como jornalero del campo.
En 1950 la familia de Héctor Islas se establece en un campo cercano a Juan José Ríos y meses después se establecieron en el ‘Campo Tres’ de Los Mochis.
SOÑANDO SER LOCUTOR
Para ese año de 1952, Héctor Islas había cumplido los catorce años de edad, era un adolescente. El cronista deportivo logra conseguir trabajo en el campo agrícola de don Miguel Ángel Fox, como peón en la siembra de plántula de tomate y posteriormente en el deshierbe de la planta mientras que sus padres Julio y ‘Chayito’, trabajaban sembrando legumbre en un campo cercano.
Los agrotitanes del norte de Sinaloa eran don Alejandro López ‘jando barullos’, suegro de don Roque Chávez Castro y don Socorro Castro de Guasave, Francisco Echavarría de Estación Naranjo, los Wilson de Bamoa, Concepción López y Miguel Ángel Fox de Los Mochis.
Héctor Islas López ganaba un sueldo semanal de 36 pesos con don Miguel Ángel Fox. Ya se había despertado su inclinación por la radio, metía la cabeza en un balde de aluminio para escuchar la resonancia de su voz narrando un juego de beisbol o presentando una canción. Era la locura.
Fue entonces que le pidió a su madre Rosario Clementina López, que fuera a la Mueblería ‘Exposición’ de don Víctor Quiñónez a sacar a crédito un aparato de radio para pagarlo en abonos. Don Víctor era hermano de don Enrique Quiñónez de Guasave, que fue compadre de mi padre, ambos tenían una mueblería ‘Exposición’.
El trato lo cerró con astucia doña ‘Chayito’ López. Héctor Islas tenía que pagar 80 pesos mensuales. Lo pesado fue cargar con aquel radio de onda corta y la batería que pesaba más de 4 kilos desde el centro de Los Mochis hasta el Campo Tres.
Fue en ese radio donde escuchó la trasmisión de los juegos de beisbol de ‘Los Cañeros’ de Los Mochis, en la crónica de don Pancho Pérez Alvarado, el primer cronista de Los Mochis. También escuchó la crónica de Roy Campos, Rafael Nájera ‘Kid Alto’, José Carlos Castello y don Agustín de Valdez. Escuchando estas crónicas aprendió a llevar el Box Score de cada juego.
Años después, en 1970 cuando recibió la honrosa oportunidad de ser junto con Octavio Ibarra Cota el cronista oficial del equipo de beisbol ‘Cañeros de Los Mochis’, Héctor Islas López reconoció que su inspiración en la crónica fueron don Agustín de Valdez del equipo ‘Tomateros de Culiacán, José Carlos Castello de ‘Los Venados de Mazatlán’, el icónico Ángel Fernández y de los cronistas del beisbol de Grandes Ligas; Buck Canel y Felo Ramírez.
ÓSCAR MORENO RIVAS
Aunque eran originarios de Culiacán, Sinaloa, don Óscar Moreno Rivas, profesor y director de la ‘Academia Comercial Webster’ y su hermano el profesor, locutor y periodista Manuel Moreno Rivas, fundador del periódico ‘El Debate’ de Los Mochis, fueron una antorcha que iluminó el camino de muchos jóvenes, entre ellos, los célebres cronistas deportivos Octavio Ibarra Cota y Héctor Islas López. Gracias a don Oscar, Héctor Islas llegó a cumplir sus dos más grandes sueños.
Uno de esos fríos días de noviembre de 1952, llegó al ‘Campo Tres’ a casa de la familia Islas López, la señora Lupita Barrera, dueña de la ‘Botica del Pueblo’. La madre de Héctor Islas la conocía demasiado bien pues eran constantes las visitas para adquirir medicamento para la bronquitis que aquejaba a Héctor y a sus hermanas.
La camioneta que llevó a la dueña de esa farmacia, la conducía don Héctor Villanueva, concesionario de la compañía ‘Remington Rand’, una firma dedicada a la venta de máquinas de escribir, máquinas sumadoras y mobiliario para oficinas. Villanueva que era yerno de don Salim Hallal, le ofrece trabajo como mandadero y conserje del negocio a Héctor Islas.
El acontecimiento vendría a cambiar la vida de Héctor Islas López y seria su primer peldaño para cumplir sus dos sueños; estudiar para Contador Público y convertirse en locutor.
En la próxima entrega les contare como conoce Héctor Islas a su protector y mecenas, el profesor Oscar Moreno Rivas. También de aquel viaje por intercambio a Pensilvania, Estados Unidos y su matrimonio con la señorita María Concepción Valenzuela y sus inicios en la radiodifusión como locutor y posteriormente como cronista deportivo.
OÍDO POR CASUALIDAD
En el año de 1953, los comerciales que transmitían las radiodifusoras de Los Mochis eran totalmente hablados en vivo al aire. Muy pocos comercios como fue ‘El Faro’, producían sus anuncios grabados en aquellos discos de acetato de 78 revoluciones por minuto (RPM).
Si para un locutor eran unos verdaderos trabalenguas aquellos textos que leían al aire, imagínense el sufrimiento de un practicante de locutor.
Gracias a la recomendación de José ‘Chitole’ Torres, locutor nacido en San Blas, municipio de El Fuerte, el joven quinceañero Héctor Islas López, logró llegar como practicante de locutor a la cabina de la radiodifusora XECU ‘Radio Rancherita’.
Los primeros días fueron de observación, cuando abrió el micrófono, tenía que leer un anuncio de Almacenes ‘Casa Toledo’ que decía en el texto: ‘Casa Toledo está dispuesta a perder uno, dos o tres pesos y hasta más, ¡pero a un cliente jamás!
Al momento de leerlo, el joven Héctor Islas anuncio al aire: ‘Casa Toledo está dispuesta a perder uno, dos o tres clientes y hasta más, ¡Pero un peso jamás!
Cuando lo escuchó al aire don Luis Pérez Gómez, concesionario de las radiodifusoras XECU ‘Radio Rancherita’ y XECW ‘Radio Variedades’, de inmediato fue a cabina y lo echo a la calle.
Eso serviría como experiencia para que Héctor Islas, llegara días después como practicante a la radiodifusora XECF ‘la voz del valle de El Fuerte’ de don Pancho Pérez.
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