América Latina vive una expansión de la izquierda a lo largo y ancho del continente. La población así lo ha decidido, cansados de la falta de visión social de los gobiernos de derecha o “centro”.
La nueva ola de izquierdas, entre las que destaca el Presidente López Obrador, ha puesto el dedo en la llaga de las injusticias económicas y estructurales que nos dejaron los gobiernos neoliberales.
Por un lado, Gabriel Boric, Presidente de Chile propuso desde campaña el proyecto de la Pensión Garantizada Universal para la población de 65 y más. La reforma, esperada para este mes, promete reformar el sistema de pensiones y una jubilación mínima universal para todos los mayores de 65 años de 250.000 pesos chilenos, cerca de 300 dólares.
Al respecto, el presidente chileno dijo que era el momento de construir un verdadero sistema de seguridad social y en donde las “legítimas ideologías no entrampen la necesidad de chilenos y chilenas de tener una pensión digna”. Es un compromiso que corresponde a una de las demandas de las protestas que comenzaron en 2019.
El sistema que Boric establece, es un sistema público, moderno y suficiente, muy parecidas a las que el Presidente López Obrador creó en su paso por la Jefatura de la Ciudad de México, expandió al país entero y reconociéndolo como derecho constitucional.
En otro referente latinoamericano, el presidente Gustavo Petro ha anunciado su versión de austeridad republicana: el 9 de agosto durante el primer consejo de ministros en el que el presidente Petro dio una orden a su gabinete para desmantelar todas las nóminas paralelas que existan en las entidades públicas y eliminar todo gasto suntuario o superfluo.
Con ello se dejaría de lado mejoras “ostentosas” tales como el embellecimiento o acabados estéticos de bienes inmuebles y las normas que permiten que un trabajador tenga más de un contrato por prestación de servicios con varias entidades y que no están en su planta de personal.
Cuando el Presidente López Obrador propuso estas mismas reformas se le tachó de socialista, irresponsable y de querer destruir al país y su competitividad. Pero, nada de eso ha sido cierto.
Todo lo contrario, los programas sociales contribuyeron a que la población sobrellevara la peor crisis económica de los últimos años y como lo vemos con Chile y Colombia, sus políticas son ahora replicadas en el continente.
Ese es y será el gran legado de López Obrador no sólo para México, sino también para América Latina.
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