Si alguien cree que en Sinaloa ya es definitivo que sea una mujer la que dirija a MORENA, que no lo de por bueno porque la dirigencia nacional entró, luego de la elección interna, a un evaluación para ajustar el género en algunos estados.
Es el caso de Sinaloa, donde se analizan perfiles y circunstancias y, por lo mismo, se habla ya de la posibilidad que sea hombre y no mujer el próximo dirigente del partido guinda.
En realidad, el anuncio de la dirigencia nacional de MORENA de que a Sinaloa le toca a una mujer dirigir ese partido, desbalanceó los planes del gobernador Rubén Rocha, quien tiene en Manuel de Jesús Guerrero Verdugo al hombre de mayor confianza para dirigir la estructura política de su gobierno.
Un gobernador sin el control de su partido significa un partido sin gobernador y en manos de otros grupos de poder, lo que en la lógica política de este país significa el suicidio. Por supuesto, sería difícil que lo anterior ocurriera en un hombre como Rocha que sabe mantener y mover muy bien los hilos del poder. Sobre todo, cuando es considerado el mejor gobernador de MORENA en el país y mantiene una influencia estrecha con el presidente.
Con todo esto, el gobernador Rocha tiene el poder y el margen para decidir e influir, en el ámbito nacional, en cambios favorables para su interés político y de gobernanza. Por eso, en la eventualidad de que haya cambio de género, sin duda Manuel De Jesús Guerrero Verdugo seguiría al frente de MORENA, porque, además, fue el varón que obtuvo más votos en la pasada elección interna de ese partido.
Pero ¿qué pasaría si tiene que ser una mujer la nueva dirigente de MORENA en Sinaloa? Lo primero que va a pasar es que esa decisión la tomará el gobernador. ¿Y de las 35 Delegadas que, de acuerdo con los estatutos, son las únicas que tienen derecho a aspirar, ¿quién es la más cercana a Rocha, en términos de circunstancia, que tendría más posibilidades de ser elegida?
En realidad, son muy pocas. No pasan de cuatro. Con todo respeto, pero la mayoría de ellas no tienen el perfil ni la capacidad para enfrentar el tamaño de la responsabilidad, sobre todo porque los cambios político-electorales que vienen serán álgidos y en el contexto de la sucesión presidencial.
Por eso, en el caso de ser mujer la dirigente, los nombres se reducen a dos: Karla Úrsula Corrales y Merary Villegas y, de ellas, la primera lleva mano, sin que esto signifique que la segunda no tenga posibilidades. ¿Por qué? La explicación no es difícil.
Karla Úrsula Corrales fue la mujer más votada en el pasado proceso y su militancia reciente en MORENA surgió con el apoyo absoluto de Rocha, proceso operado justamente por Manuel Guerrero. En ese sentido la alcaldesa de Cosalá está más identificada en la confianza y en los próximos proyectos políticos del gobernador y, en una decisión dejada en sus manos, no hay la menor duda que optaría por ella.
¿Y Merary Villegas? La diputada federal está apelando a su origen fundacional y le apuesta al apoyo del centro. En esta circunstancia ella presenta cartas credenciales suscritas por el líder de los diputados federales de MORENA, Ignacio Mier y el grupo político de la senadora Imelda Castro encabezado por René Bejarano. Solo que hay un pequeño detalle: Sus ligas con el alcalde de Mazatlán Luis Guillermo Benítez, quien en el fondo odia a Rocha y no cesa en su obsesión de verlo derrotado políticamente.
A menos que Rocha acuerde con las fuerzas nacionales que apoyan a Merary, y con ella misma, facilitar el desafuero del Químico Benítez quien, sin duda y a pesar de la multitud de demandas que enfrenta por presuntos actos de corrupción y violencia política, iría con todo en la coyuntura de la candidatura al senado.
Algo así tendría que ocurrir porque poner la dirigencia de MORENA en manos de Merary, solo bajo la condición de su origen y antigüedad morenista sin un deslinde político claro, es ponerla en manos del grupo que a toda costa quiso impedir que Rocha se convirtiera en candidato y luego en gobernador.
A menos que, sin la anterior condición, al gobernador le entre un ataque de ingenuidad, ceda ante las presiones del centro y ponga en manos de sus victimarios locales el poder de la estructura partidaria, pensando en que finalmente él manda y se hará lo que diga.
En política, el arte de hacer creer que se obedece es propio de quienes logran una posición negociada. Su fidelidad está con quien impulsó la negociación y no con quien cedió el espacio de poder. No es que necesariamente sea el caso de la diputada Merary Villegas ni que le falte capacidad para el cargo, pero es el antecedente, la historia inmediata de una lucha por el poder estatal en la que ella participó impugnando a Rocha.
Con esos antecedentes ¿a qué estaría dispuesta Merary Villegas y a que Rubén Rocha, si finalmente se decide que ella sea la nueva dirigente de MORENA en Sinaloa? Ya veremos.
Por lo pronto, la figura de mujer del neo rochismo morenista encarnado en Karla Corrales, se ofrece como la opción más fuerte y lógica para dirigir un partido que, ahora sí, desde la perspectiva de la formalidad, su fuerza estructural y operativa, estaría en manos del gobernador Rubén Rocha. Igualmente, si para Sinaloa cambia el género a favor de los hombres, no habrá duda que Manuel de Jesús Guerrero seguirá, en esta nueva etapa, al frente de MORENA.
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