Son los mismos López…

Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, no tiene empacho en afirmar que, por su investidura, lleva la delantera en la carrera por la candidatura presidencial de frente a sus adversarios en Morena.

Debería preocupar a todos que el responsable de la política interior abandone su responsabilidad de equilibrio, diálogo, conciliación y estabilidad del país, a partir de utilizar el cargo para promocionar sus aspiraciones políticas.

Mientras amplios sectores de la población protestan y se inconforman por asuntos que, como la inseguridad, rebasa la obligación constitucional de establecer el orden, López Hernández se ufana y prioriza la idea de llevar la delantera como aspirante presidencial.

La lumbre de la inconformidad llegó ya a sectores que, como el religioso, exige justicia para los crímenes en contra de sus integrantes y de las comunidades. Ahí están los Jesuitas y Evangélicos en Chihuahua y otras regiones del país, que a diario padecen los ataques y amenazas de los grupos armados que controlan territorios completos.

El presidente López Obrador, con su discurso cristiano de poner la otra mejilla y de abrazos no balazos, conquistó a amplios sectores religiosos que coadyuvaron a su triunfo presidencial; Pero ahora no es lo mismo porque uno de los líderes jesuitas más influyentes en el país, el padre Javier “Pato” Ávila, le pidió que revisara su estrategia de seguridad “porque los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos”.

Y lo dijo claro el padre “Pato”, no es una exigencia que venga de los opositores políticos al presidente, o que interesadamente quieran incluirla ahí, sino una exigencia qué va más allá y se inserta en el descontento de amplios sectores de la sociedad.

Hay molestia en el país porque por todo México el crimen organizado opera con impunidad y, en algunas regiones, se ha erigido como autoridad de facto. Las bandas armadas hacen y deshacen, mientras las autoridades constitucionales o se someten o son parte de ellas.

Pero lo más vergonzoso es que las fuerzas armadas no solo no persiguen a los criminales, sino en la mayoría de los casos huyen, siguiendo una instrucción presidencial que suena a burla, a absurdo, por no decir de plano que a complicidad.

Mientras esto ocurre, el presidente alienta a sus militantes a la temprana movilidad preelectoral, y su secretario de Gobernación se centra en sus aspiraciones políticas personales abandonando sus obligaciones constitucionales.

Mi abuelo Ezequiel, cuando alguien en la conversación desviaba un tema lo corregía diciendo: “Esos son otros López”, pero en este caso, por lo que se ve, son los mismos López.