Un Cuén desgastado es un PAS debilitado

Cada día que Héctor Melesio Cuén, aún Secretario de Salud en Sinaloa, permanece en ese puesto, su desgaste político se acrecienta. Ahí, como subordinado, no es Chana ni Juana. Ni se entrega o lo dejan entregarse a su tarea, ni atiende como debe su liderazgo político en el Partido Sinaloense.

¿Qué prefiere el maestro Cuén? Pensar que su renuncia puede traducirse en una derrota o seguir en la secretaría a costa del debilitamiento acelerado de su partido y las posiciones de poder constitucional ganadas a pulso, lo que desde luego sería peor.

Como eje central y líder histórico del PAS, el desgaste de Cuén, en cualquier circunstancia, significa también el desgaste de ese partido. Hoy eso es exactamente lo que ocurre. Lo anterior sin considerar su ausencia notoria en las decisiones de la Universidad Autónoma de Sinaloa, cuyo rector recibe el trato y las atenciones directas del gobernador Rubén Rocha, lo que hace suponer que entre el ejecutivo y el dirigente formal de la UAS hay acuerdos directos en los que no interviene el Secretario de Salud, lo que a este último lo hace aún perder más terreno en términos de control y de poder. Pero este asunto lo trataremos en otra entrega.

El exrector no se equivocó al aceptar la Secretaría de Salud, lo que no calculó fue que ser titular no necesariamente significa tener el control mismo del que efectivamente carece.

No pocos líderes y militantes del PAS han dicho que extrañan a su dirigente, al Cuén que cuestionaba justamente la política de los gobiernos en materia de salud, particularmente sobre la pandemia. Y en corto han expresado que no es la misma tener a un empleado que a un aliado del gobernador.

Ciertamente, no es la misma tener a un secretario de Salud atado de manos, y amordazado, paradójicamente contrario al Cuén crítico del pasado gobierno en materia de salud, que a un líder de un partido que ganó seis alcaldías, que tiene en el Congreso a ocho diputados y a un gran número de regidores en casi todos los municipios.

Pero, con todo y que el propio gobernador Rubén Rocha Moya lo trata como subordinado y no como aliado, la pregunta es: ¿Por qué permanece en una responsabilidad donde a leguas se nota que no tiene futuro político? Si a dos meses y medio de gobierno su gestión como secretario de Salud ha ofrecido más crisis y más regaños públicos que aciertos, ¿espera acaso seguir así en los próximos meses acumulando más descréditos que éxitos?

Claro que así como transita Cuén hasta ahora, más vapuleado que fortalecido, está harto difícil que consiga la anhelada candidatura a la Senaduría, porque llegaría internamente derrotado de antemano y visto a los ojos de Morena como un aliado que dejó de serlo desde el momento en que aceptó ser claramente subordinado, tal y como lo expresó púbicamente el gobernador Rubén Rocha. Así de claro y de sencillo. Dicho de otro modo: Si no quieres depender de mí en todos los términos, mejor vete. Al buen entendedor pocas palabras.

Desde luego que su renuncia no necesariamente tendría que ver con una ruptura de fondo, sino con un deslinde de coyuntura para mejorar la alianza con el gobernador y, al mismo tiempo, recuperar sus créditos ante la militancia de su partido y de la propia sociedad sinaloense.

No es la misma ser el dirigente de un partido con una fuerza gobernante del tamaño descrito, que un funcionario de una secretaría que requiere todo el esfuerzo y todo el tiempo y que, a la vez, muchos de sus criterios, incluso legales, sean acotados porque al final de cuentas no deja de ser un subalterno.

El “yo no negocio con subordinados” debió haberle quedado claro a Cuén desde un principio y haber sido igualmente claro y tajante: “Si a esa vamos, señor gobernador, prefiero seguir siendo su aliado que su subordinado”. Pero no se animó. Y ahí sigue, con el agregado de un PAS desalentado, desconcertado, con alcaldías a punto de ser cooptadas y con una potencial fuerza legislativa desperdiciada.

De acuerdo con algunos pasistas, si el aún secretario de Salud quiere ser candidato a Senador lo menos que debiera hacer es renunciar, volver a la dirigencia del PAS para, desde ahí, fortalecer los logros de la elección del 2021, atrincherarse y definir estrategias que le permitan crecer y seguir siendo una oferta electoral viable no solo ante Morena, sino ante las alianzas políticas que desde ahora se forjan rumbo al 2024.

Por el momento, las alcaldías del Partido Sinaloense y su fuerza legislativa, no presentan nada que las distinga del resto de las fuerzas políticas. Una cosa son las alianzas y otra la subordinación política. El sello de Morena no debe ser el sello del PAS, tampoco el crecimiento del primero significa el del segundo.

Dicen los pasistas inconformes que antes de la alianza con Morena y de sus triunfos electorales, tenían más programas, en muchas áreas, de beneficio a la sociedad. De ahí la fuerza con la que obtuvieron triunfos el 2021. Hoy, ese reconocimiento social va rápidamente en declive porque ni teniendo autoridad hacen lo mismo que antes.

Queda claro entonces, que la subordinación del líder histórico del PAS, Héctor Melesio Cuén Ojeda, ha significado al mismo tiempo el debilitamiento no solo de ese partido, sino de las posiciones electorales ganadas el año pasado. En la medida que Cuén siga jugando el papel de empleado, en esa medida su estructura partidista y de gobernanza, poco a poco al menos, caerán en la desorganización y probablemente en la desbandada.