Sé que no te gusta que te diga que la lucha contra el hambre exige superar la fría lógica del mercado, centrada en el mero beneficio económico y en la reducción de los alimentos a una mercancía más.
Sé que te exaspera que recalque que debemos ajustar nuestros modelos socio-económicos para que tengan rostro humano y que le exija a los grandes laboratorios que liberen las patentes para que todo humano y nación tenga acceso a las vacunas.
Sé que te indigna que confronte a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito, pidiéndole que condonen las deudas tantas veces contraídas contra los intereses de los pueblos que buscan garantizar las necesidades básicas de su gente.
Sé que te molesta que exponga a las grandes corporaciones mineras, petroleras, forestales, inmobiliarias, agronegocios, para que dejen de destruir la naturaleza e intoxicar a los pueblos y los alimentos.
Se que puedes no estar de acuerdo en que le pida a las grandes corporaciones alimentarias que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y le niegan el pan al hambriento.
Sé que te parece ridículo que le pida a los gigantes de la tecnología, que dejen de explotar la fragilidad humana y sus vulnerabilidades para obtener ganancias o que haga lo mismo con los grandes de las telecomunicaciones, pidiéndoles que liberen el acceso a los contenidos educativos, y el intercambio con los maestros por internet, para que todos los niños, sobre todo aquellos en contextos de pobreza, puedan obtener una educación.
También sé que no toleras que le exija a los medios de comunicación, que dejen de desinformar, difamar, calumniar y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio.
Sé que te pareció escandaloso cuando pidió que los países poderosos cesaran las agresiones, bloqueos y sanciones unilaterales contra cualquier país.
Sé que te parece un acto de división el que pida a los políticos que dejen de escuchar a las elites económicas y que resalte la necesidad de que sean servidores del pueblo.
No, no fue López Obrador quien dijo todo esto, sino el Papa Francisco, sí. El líder supremo de la Iglesia Católica.
Para muchos un líder, para otros incómodo, el Papa Francisco incómoda y confronta con estas palabras.
No sólo es López Obrador el que habla sobre alejarse de la lógica del mercado y la inercia neoliberal, sino también el líder espiritual de más de mil millones de personas. No sólo es el Presidente de México, el que confronta a las grandes potencias y a gigantes económicos financieros y tecnológicos para que actúen desde el humanismo y la fraternidad humana.
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