Maximato, corcholatas y el tapado

¿Quién de los aspirantes de MORENA a la candidatura presidencial se acomoda más a la idea de un maximato?, partiendo de las características centrales del “hombre fuerte” que impone las reglas del juego, tal y como en su momento lo hizo Plutarco Elías Calles.

Calles, el caudillo, formó el partido único de Estado llamado Partido Nacional Revolucionario, y lanzó entonces la frase de “que se forme” aquél que quiera ser candidato. Luego de concluido su mandato, en 1928, siguió en el poder tras el trono, hasta que en 1936 fue expulsado del país por el presidente Lázaro Cárdenas.

AMLO, igual, gobierna con un marcado caudillismo, forma su partido con el que llega al poder, lo convierte en una estructura de Estado e impone sus reglas abriendo personalmente el proceso interno. Efectivamente, a través de MORENA busca al sucesor a modo. No ocupa reelegirse, lo que ocupa es asegurarse de elegir al perfil más adecuado a sus intereses.

¿Quién podría ser la o el sucesor?, En esta perspectiva, hasta el momento, de cuatro “corcholatas” a la vista, solo se observan dos perfiles ad hoc a lo que podrían ser las pretensiones del presidente:  El de Adán Augusto López Hernández y el de Claudia Sheinbaum. Son estrictas hechuras del presidente. En cambio, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal han construido su carrera política y de gobierno, con relativa independencia de AMLO. Es decir, estos dos últimos, están aún más alejados de las preferencias del que manda, no necesariamente de la militancia y la ciudadanía.

Pero… ¿Habrá otro perfil, aún más confiable, en la mente de un hombre que sabe perfectamente bien que, dejado el poder formal, sus enemigos tratarán de despedazarlo como han querido siempre?, si fungiendo como presidente sus enemigos, más que adversarios, no cejan en ponerle obstáculos, habría que imaginar que le ocurriría si suelta el proyecto que implantó solo para irse a descansar a “La Chingada”.

Por eso, un hombre como López Obrador, que ha afectado muchos intereses por el gran poder que ostenta, no puede de la noche a la mañana retirarse como cualquier burócrata. Sabe perfectamente bien que lo único que puede salvarlo, hasta de la cárcel, es protegiéndose a partir de prolongar su proyecto y modelo de gobierno. Primero, imponiendo a la o a el candidato y, segundo, buscando los mecanismos posibles que le aseguren el triunfo electoral. Las condiciones en que AMLO dejará el poder lo obligan, si es preciso, a pactar con todos los demonios de este y otros universos.

Lo paradójico aquí es que el presidente buscaría su tranquilidad no en el comportamiento democrático; no en soltar la sucesión en manos de la militancia que sería lo mejor, sino en ganar la elección por la vía de la “imposición consensuada” y de cualquier negociación que lo lleve al objetivo.  En este país perder “democráticamente” puede verse como debilidad. De hecho, la polarización no reconoce demócratas y AMLO no se puede dar ese lujo porque, incluso, ganando por esa vía, corre el riesgo de ser luego defenestrado. Prefiere entonces la ruta más segura: Ganar con la estructura del Estado.

Cuando Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas, intelectuales y líderes de las diversas fuerzas opositoras proponen la “Comisión de la Verdad”, para establecer claramente si hay o no vínculos del narcotráfico con los procesos electorales a favor de MORENA y el presidente, es porque justamente saben que, en aras de un maximato, lo que podría emerger en México es un Narco-Estado.

Por eso la insistencia en la pregunta de quién podría ser el o la candidata del presidente, sobre todo porque llama mucho la atención el adelanto de la sucesión desde Palacio Nacional para meter en ese escenario, anticipado y por lo mismo desgastante, a quienes hoy ya recorren el territorio nacional asumiendo que de entre ellos surgirá el candidato.

Si escudriñamos muy bien el contexto de la sucesión adelantada, la injerencia de López Obrador en la reestructuración de MORENA y su capacidad en el manejo de los tiempos políticos, podemos advertir la existencia de una o un tapado. ¿Y quién podría ser? De todas y de todos los que rodean al Presidente solo quedaría una persona en la que confía al máximo: Su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.

Hay un antecedente muy claro en esto. Aunque en 2007 el presidente de Argentina Néstor Kirchner, con una gran popularidad, podía  reelegirse, luego de generar un ambiente previo en el Partido Justicialista (Peronista), donde varios se apuntaron para el relevo, finalmente y llegados los tiempos, se decidió por una fórmula electoral denominada Frente para la Victoria, de dónde emergió la candidatura de su esposa, Cristina Fernández, quién, como se sabe, ganó la presidencia y luego se reeligió hasta terminar su mandato en el 2015. Los Kirchner Fernández gobernaron 12 años Argentina, suficientes para que Néstor quedara libre de cualquier persecución.

Hoy en México, López Obrador sabe que su futuro personal y político, su visión de la 4T, sus compromisos con otras fuerzas corren gran riesgo, por eso no es descabellado pensar que en el centro de sus expectativas futuras se encuentra la tabla de salvación y prolongación más segura: Su esposa Beatriz, quien por cierto emerge tímidamente a la palestra haciendo un llamado para que a los delincuentes se les regale libros.

Bajo esta posibilidad aquí planteada, ¿estarían dispuestas las corcholatas continuar en un proyecto en el que solo brincarían de una posición a otra, sin posibilidades de incidir en la rectificación sustancial del modelo duro de AMLO; partiendo de la idea de que este seguiría moviendo los hilos del poder?

¿O estarían dispuestos, sobre todo Monreal y Ebrard, en insistir internamente para que las políticas públicas, sobre todo en materia de seguridad, corrupción y desarrollo económico cambien sustancialmente?  O definitivamente enrolarse en un gran Frente Opositor donde, sin dejar a un lado la lucha central contra la pobreza, se replantee el desarrollo equilibrado del campo, la pesca, la industria en general, la mediana y pequeña empresa que han sido marginados en este sexenio.

¿Frente Opositor? Las piezas también se mueven en una nueva construcción donde El PRI, El PAN, PRD, MC, probables desprendimientos de MORENA y otras organizaciones civiles, estarían planteando, de manera clara y obligada, una plataforma de coalición donde se proponga a los mexicanos el país que pretenden.

Sin esta nada fácil condición y sin candidatos que realmente influyan en la sociedad mexicana, de nuevo el presidente López Obrador, guste o no, saldrá triunfante y seguirá gobernando al país durante al menos otros seis años. ¿Será?