Colosio en la contienda: Esperanza latente

Los ideales de Luis Donaldo Colosio Murrieta siguen más vigentes que nunca, sobre todo en la propia emergencia de su hijo que, a pesar de su juventud, sorprende en su claridad y visión sobre el México que planteó su padre.

Esta propia condición y la posibilidad de que el joven Colosio se convierta en candidato presidencial empujaría cambios de fondo en el PRI o bien desprendimientos estructurales importantes para terminar de sepultar a ese partido.

El sentimiento de los ciudadanos de este país que experimentó el drama y la generación que vivió la exigencia de justicia, es tan fuerte que va más allá de los intereses partidistas y se sitúa en el magnicidio del que todo México tiene clara la causa: Que el primer enemigo del incipiente modelo neoliberal fue precisamente Luis Donaldo, al que asesinaron a la hora de convencerse que se habían equivocado de candidato presidencial.

Queda claro que ese PRI, dominado por los criminales, fue y ha sido cómplice de la infamia y que, por lo mismo, nunca exigió justicia; no estuvo a la altura de lo que debió ser un movimiento rebelde contra el crimen de Estado más terrible en la historia de México.

Pero también queda claro que la sociedad civil, dentro del entonces limitado margen de libertad, manifestó su descontento y nunca se tragó la coartada salinista del asesino solitario. Desde entonces el PRI quedó marcado, igualmente, como enemigo de una gran parte de la gente.

Mientras el pueblo de México aún mantiene la esperanza de que se juzgue a los verdaderos asesinos de Luis Donaldo Colosio Murrieta; mientras la gente se libera poco a poco de los gobiernos que aún quedan de ese PRI, sus dirigentes, a pesar de todo, mantienen la conducta propia de su ADN, sometida y atraída siempre por el poder de cualquier signo. Hasta ahora, no han sabido siquiera ser oposición al interior, de frente a un dirigente de medio pelo y sin ideales claros como Alejandro Moreno, mucho menos lo son de frente al poder presidencial en términos de contrapeso serio y confiable.

El solo hecho de tener al señor Moreno como dirigente, ofrece la imagen nítida de un PRI paralizado, desarticulado, hundido y en poder de un grupúsculo cuyo claro objetivo, y no otro, es sacar las últimas rajas antes de que definitivamente desaparezca. Una de ellas, son los intentos de “alito” de convertirse en candidato presidencial, en una comparsa que llevaría a ese degenerado modelo de partido al colapso final.

¿Tendrá el PRI esperanzas de recuperarse del enorme descrédito y del amplio terreno electoral que ha perdido? Así como está nunca. Solo acciones de profundo calado podrían salvarlo: La rebelión interna, su refundación de forma y fondo proponiendo una plataforma de vanguardia ciudadana y comprometida; Un partido con imagen y nombre nuevo, deslindado de la derecha que lo cooptó desde el salinato; una nueva organización capaz de establecer alianza con fuerzas progresistas y reivindicar sus principios de democracia y justicia social; un PRI profundamente renovado que reivindique los ideales de Luis Donaldo Colosio exigiendo al mismo tiempo castigo para los responsables del magnicidio.

Al PRI de hoy, emplazado en la muerte terminal, le queda corto tiempo y poco oxígeno: O se renueva ya, o muere ya. Romper de un tajo con su pasado inmediato le daría un poco de respiro. Un paso firme en esta tarea sería derrocar a la dirigencia de facto, convocar a un congreso refundacional donde quede claro el deslinde con las cúpulas económicas y la ultraderecha, a partir de proponer un modelo de desarrollo económico pensado en la gente y establecer alianzas con fuerzas progresistas.

Por supuesto, el PRI no es el único partido en declive, pero su crisis es más profunda porque, en términos de relatividad temporal y de poder, ha perdido casi todo de la noche a la mañana. Sin embargo, si desde el priismo de base se impulsara un cambio de fondo, la respuesta sería inmediata porque aún conserva cierta estructura para la movilidad y, al mismo tiempo, una militancia descontenta y desanimada que requiere de liderazgos territoriales que alienten la movilidad del cambio interno.

Se supone, en contraposición principalmente al PRI, que MORENA es el partido en ascenso, avasallador en el contexto electoral, pero tiene una debilidad de origen: Que su eje central es Andrés Manuel López Obrador. Lo encarna el presidente.

Es, hasta hoy, no un partido de Estado, sino una organización amorfa, guiada por las acciones del Presidente, cobijada por su popularidad, pero al mismo tiempo, rechazada por la inconformidad que ha generado en no pocos sectores de la sociedad. Por eso, igualmente, este partido no ha terminado estructuralmente de instalarse y, por lo mismo, corre el riesgo de prolongar este proceso de indefinición.

Si Morena no muestra capacidad en el corto plazo de consolidarse y guardar relativamente distancia del Ejecutivo, entonces podría arrástralo el desgaste natural de un Presidente que irremediablemente dejará el poder y que, en la lógica unipersonal, podría provocar una crisis interna en el marco de la sucesión presidencial y generar desprendimientos de corrientes diversas que encontrarían igualmente en el PRI, y otros partidos, una coyuntura de alianza para la competencia electoral, sobre todo si el tricolor logra, al menos, renovarse internamente.

Pero ¿quiénes podrían ser cabeza de una recomposición partidista o de una nueva corriente electoral en caso de que en el PRI se dieran cambios de fondo o hubiese deslindes masivos, y en MORENA se dieran desprendimientos internos provocados por el descontento ante una fallida decisión de la candidatura presidencial?

Hay dos nombres que, muy probablemente, el destino los una en la circunstancia de encabezar una nueva corriente que instale en el país un modelo de gobierno más democrático, alejado de la polarización, tolerante y con capacidad para convocar a la unidad y la reconciliación.

Pudieran estar ahí Ricardo Monreal y Luis Donaldo Colosio Riojas, aunque este último bajo la condición del deslinde con la estructura y nomenclatura que asesinó a su padre. De cualquier manera, ya cada uno por su lado, se mueven bajo esa perspectiva.